kazana
IMPACTO DE LA MODA
Carolina Yáñez Garrido
30 de septiembre de 2024
No es ningún secreto que el fast fashion es una de las fuentes más contaminantes del planeta, pero muchos ignoramos a conveniencia este secreto a voces, ya que vivimos con la cultura del exceso y del ‘todo ya’. Sin embargo, lo barato sale caro. Que el fast fashion sea la primera opción se debe a su gran catálogo, sus precios y la intensa publicidad a la que someten a sus clientes. Su variedad de prendas, sin embargo, no se traduce en un amplio espectro de tallas, causando esa disforia corporal en muchas personas y haciéndoles creer que comprando más, se acabarán viendo más bonitas.
Hablemos de los bajos precios. Teniendo en cuenta el alto coste en transporte de las prendas, ya que suelen venir de la otra punta del mundo, ¿cuánto creéis que queda de margen para el sueldo de los diseñadores, confeccionadores y otros trabajadores?
Estas marcas se escudan en el hecho de cumplir la ley en sus procesos, pero se van a países donde esa ley tiene demasiadas lagunas o es prácticamente inexistente, tanto a nivel social como medioambiental. Por ello, apoyar estas marcas es apoyar un modelo de negocio perjudicial para todos, incluido tu bolsillo.
Crearte esa necesidad de comprar diez prendas al mes, cuando en realidad tal vez necesites 5 al año, hace que tu balance de gastos aumente sin que lo haga la calidad de tu armario. Siendo así como empieza este círculo vicioso en el que tiramos prendas para hacerles espacio a otras que también serán desechadas, y creando más de un problema en nuestro planeta.
En el proceso de producción, debido a estas leyes débiles y la escasa preocupación por las consecuencias, se vierten tintes y químicos al agua sin un tratamiento adecuado y, junto a su transporte, la industria de la moda genera un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. El cultivo de materia prima para saciar la amplia demanda autoimpuesta causa deforestación y un uso desmedido de agua para su riego. Esto agrava la escasez de agua en áreas vulnerables, afectando tanto a las comunidades locales como a los ecosistemas circundantes.
Las fibras sintéticas, como el poliéster, liberan microplásticos durante el lavado. También lo liberan una vez desechadas las prendas, pues se degradan con la lluvia y el sol en los vertederos de ropa no controlados como el Desierto de Atacama en Chile, Nairobi en Kenia, Accra en Ghana, India, Pakistán, Filipinas o Malasia, convirtiéndolos en puntos críticos de problemas de salud pública.
Ya sea la propia prenda o los microplásticos derivados de ella, acaban dispersados por los ecosistemas terrestres y marinos. Esto deriva en la ingesta de estos materiales por los animales cuya ingestión puede causar bloqueos digestivos, desnutrición y la exposición a químicos tóxicos adheridos a los microplásticos. Y no somos ajenos a esto, ya que se acumula en la cadena trófica y puede llegar a nosotros como ya se ha descubierto con los peces.
Los microplásticos, a través de procesos como la escorrentía y la infiltración de aguas, pueden ser transportados desde las zonas costeras hacia los ecosistemas terrestres alterando la composición del suelo, afectando la fauna y flora local, y pudiendo interferir con los procesos naturales de erosión y sedimentación.
Por todas estas razones, los consumidores tenemos que aprender a votar con nuestro dinero qué tipo de prácticas y negocios queremos que persistan. Apoyando marcas conscientes de su impacto ambiental, que prioricen la sostenibilidad y los derechos humanos siendo completamente transparentes en su producción podemos marcar la diferencia. (Es fácil verlo en el apartado sostenibilidad de las webs, donde evitan el greenwashing a diferencia del fast fashion)
Además, suelen ser pequeñas o medianas empresas, donde el cariño hacia lo que se crea es muy notable. Las prendas de calidad, que de verdad nos quedan bien y estamos deseando repetir, abundan en las marcas que merecen la pena, haciendo que seas consciente de tus compras y de su impacto. Otra forma de reducir estos impactos es comprar de segunda mano, heredar de tus familiares o amigos, o si tienes buena mano hacerte tus propias prendas (comprando la tela en la sastrería de tu pueblo te arriesgas menos a que su procedencia sea cuestionable y también apoyas la economía local)
Las opciones son tan infinitas como personas somos en el mundo y comprando con cabeza es un buen primer paso.